¿Subvenciones en la educación parvularia?

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11 / 09 / 2018

Voces de La Tercera. Columna de Gonzalo Muñoz.

Publicación original AQUÍ.

La Ministra de Educación anunció hace algunos días el pronto envío al Congreso de un proyecto de ley que crearía una subvención por asistencia para la educación parvularia, extendiendo así la lógica de financiamiento con la que hoy funciona el sistema escolar. Distintas autoridades de gobierno han complementado este anuncio, planteando que esto permitiría avanzar tanto en cobertura como en calidad de la educación inicial, e intentado explicar al mismo tiempo cómo esta nueva subvención dialogaría con el proyecto de sala cuna “universal” que ya comienza a tramitarse en el Senado (y en cuyo diseño el Ministerio de Educación no tuvo una participación sustantiva).

En línea con la experiencia comparada, la propuesta de introducir esta nueva subvención no tiene dobles lecturas: con ella se apuesta por transformar a la competencia en un “motor” del sistema educativo y generar condiciones favorables para el ingreso masivo de proveedores privados, desechando así la opción de fortalecer la red pública, en cuyo desarrollo se ha legislado e invertido sustantivamente en los últimos años. Sobre los efectos en calidad, la acumulación es también convergente: los vouchers poco y nada han ayudado (ni en Chile ni en ninguna parte).

En este escenario, es fundamental que en el debate que abrirá el gobierno se utilice toda la evidencia disponible – sendos informes recientes de la OECD y el BID han resaltado más bien los múltiples problemas de este sistema de financiamiento y la urgencia de su reforma –, pues el costo de un error en esta materia podría ser mayúsculo. De hecho, el Plan Inicial(conjunto de propuestas de 40 organizaciones vinculadas a la educación parvularia, que el Mineduc felicitó hace algunas semanas), propone precisamente eliminar – ¡sí, eliminar! – la lógica de subvención en la proyección de la educación inicial.

Para el caso de la educación general, la evidencia disponible es bastante concluyente: el financiamiento por alumno o voucher ha desfinanciado a las escuelas más vulnerables y pequeñas, desfocalizado y desestabilizado el accionar de las comunidades educativas – que tienen que ocuparse de “competir” con los otros centros y “conseguir” estudiantes para velar por su sustentabilidad financiera y existencia – y además ha sido completamente ineficiente desde un punto de vista de la inversión educacional, pues no es sensible a la escala con la que funcionan los establecimientos y sus sostenedores. Nuestro país está ya en condiciones de aprender de los problemas de este experimento educacional, avanzando en su transformación, no en su expansión. 

En lugar de medidas que sigan insistiendo en la mejora educacional a través del mercado y la privatización, hoy la educación parvularia requiere más bien un proyecto de futuro serio y de alto nivel de consenso, que genere las condiciones y capacidades para el acceso y aprendizaje integral de los niños y niñas, y que considere, además de un financiamiento justo y basal, áreas clave como la formación inicial docente de las educadoras y la reducción del coeficiente de educadoras por niño o niña.